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Domingo XVII del Tiempo Ordinario

julio 07, 2018
by Miguel Ramirez
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P. Carlos Álvarez cjm

Veníamos leyendo el capítulo 6 de Marcos y vimos el envío a misión de los discípulos y la evaluación correspondiente, que concluyó con una invitación del Maestro a descansar en un lugar aparte de la acción apostólica. Lo lógico sería continuar la lectura con el relato de la multiplicación de los panes (Mc. 6,32-44), pero la liturgia nos remite al mismo hecho en el cuarto evangelio (Jn. 6,1-15), porque quiere iniciar una reflexión sobre el don de la Eucaristía en la Iglesia, a la luz de la enseñanza de Jesús en el capítulo 6 de san Juan. Este proceso nos llevará cinco domingos, a partir de hoy.

 

Recordemos que el cuarto Evangelio es tardío en la Iglesia. Han pasado más de sesenta años después de la Pascua de Jesús, y las comunidades cristianas, esparcidas por el mundo, viven ya con un corazón agradecido la experiencia de la Eucaristía.

 

El texto de hoy es la apertura a la catequesis y, podríamos decir, la presentación del don. El relato del cuarto Evangelio nos permite contemplar a Jesús bajo diversos aspectos y asumir la cena eucarística como respuesta amorosa del Señor ante la pobreza del pueblo y la búsqueda de signos de la presencia de Dios.

 

Dirijamos, primero, la mirada hacia Jesús. Él está a la orilla del Lago de Genesaret y, al ver al gentío que viene hacia él, sube a la montaña y se sienta allí con sus discípulos para enseñar y ofrecer un signo de bendición. El evangelista subraya algo importante: “Jesús sabía lo que iba a hacer” (6,6). La Eucaristía, por lo mismo, estaba en la mente y el corazón de Jesús que deseaba ofrecer un regalo grande a su comunidad. Por eso va al monte y se sienta allí como Maestro y espera que acuda a él toda la multitud.

 

En el relato elaborado por el evangelista podemos detectar una referencia a dos textos del Antiguo Testamento. El primero es la multiplicación de veinte panes para cien hombres, que hace el profeta Eliseo en tiempo de hambre (2 Reg. 4,42-44). Y dice el texto que “comieron todos, se saciaron y sobró” como regalo del Señor. Para el cuarto Evangelio, Jesús es el Profeta nuevo de Dios que reparte a todos el Pan de vida. Por eso la aclamación final de la multitud, al ver el signo de Jesús, es clave: “Este es, verdaderamente, el Profeta que había de venir al mundo” (6,14).

 

El otro texto es el Salmo 23(22), dedicado a bendecir a Dios como Pastor del pueblo. Jesús es el Pastor definitivo del nuevo Israel que hace sentar a la comunidad sobre la verde hierba (6,10), prepara para ella una mesa abundante donde hay pan hasta saciarse, porque en él brotan el amor y la misericordia.

 

Si miramos ahora el gentío, descubrimos que es un pueblo numeroso, con hambre y necesitado de Dios. Por eso busca signos. Pero desde su pobreza es generoso: ofrece lo poco que tiene para que Jesús se manifieste en él con abundancia. Es un pueblo que necesita ser organizado con la ayuda de buenos servidores. Es también un pueblo que sabe ver y acoger los signos salvadores de Dios y proclamar las maravillas del Señor que lo bendice y lo sacia. A este pueblo, Jesús le regala la cena nueva que alimenta y fortalece. De ahí que el relato utiliza los verbos técnicos de la descripción de la Eucaristía, como aparecen en 1 Cor. 11,23-27: Jesús tomó el pan – dio gracias – lo repartió entre todos.

 

La Eucaristía es, así, el regalo maravilloso que el Señor Jesús da a su pueblo necesitado. Es el pan que alimenta y sacia. Es la comida que constituye a la nueva comunidad, que tiene a Jesús como Profeta, como Pastor y como Rey.

 

Oremos al Señor. Retomando algunos elementos del Salmo responsorial de este día (Sal. 144):

 

“Señor Jesús, que todas tus creaturas te den gracias; que te bendigan tus fieles y hablen de tus hazañas.  Tú eres fiel en tus palabras, bondadoso en todas tus acciones. Tú nos das el Pan del cielo y nos llenas de bendiciones a todos porque eres todo amor y misericordia. Aliméntanos siempre con tu Palabra y con tu Eucaristía para que seamos verdaderamente tu pueblo. Un pueblo que canta tus maravillas y lucha por la paz y la justicia. Amén

multiplicacion de los panes y los peces

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